Llevo los pies descalzos, de modo tal que ningún zapato pueda etiquetarme y me sea posible una caminata múltiple. Si tan solo mi cuerpo pudiera moverse desnudo, como en su naturaleza inicial… Antes de haber probado el regusto masivo, calzados en boga, el mejor pantalón, la camisa nueva. ¿Qué importaría si desgarro todo este ropaje en medio del desierto en que me encuentro?
A veces me convierto en un simple observador de intuiciones y en otras me arriesgo para no permanecer solitario. Podría devenir un eterno aislado, en el caso que no consintiese algunas pautas, o que no formase parte del gran circo popular: televisión, celulares post modernos y marketing. ¿A dónde van a parar los corazones en presencia de lo inhumano? Preguntas y preguntas entre cuatro paredes que conforman mi ámbito. La exigencia de pertenecer demanda cada día un examen individual donde la hipocresía tiene prestigio y validez pero la sinceridad asusta. Disimulándose entre las comisuras y los pliegues de tantos labios, de muchas bocas que apuntan directo a una razón casi anulada. Surgen diagonales visibles hacia donde precipito la corriente de mi acelere. Zigzagueo. Nada me acobarda. Aunque de rodillas me pongan yo miro el mundo al revés, porque voy oscilando la desmedida de mi carne, arrastrando a otros que comparten el mismo camino. Escucho una letanía que disipa la percusión retumbando en mi pulso. Sacudo el vientre donde moran percepciones y reducen la materia cuando no me atrevo a insinuarme, cuando no puedo conmoverme. Todo yace adentro y ni de mi pecho se expulsa el grito desaforado. La creación proviene de mis entrañas y veo a un hombre pariéndose a sí mismo.
¿Cuántos seres se pierden en el verbo SER? ¿Negar lo que uno ES implica admitir lo que no se ES?
Quizás los deseos puestos en los otros y tantas ilusiones de afuera aumentan la distancia propia, la ignorancia del individuo consigo mismo. El otro lado de mí es lo que cuenta. Allí, del crepúsculo, brota mi esencia. Corro y salto para decir -¡Basta!- Caigo y asciendo, procurando elevar el espíritu. Una piel se oculta bajo otra falsa y ambas protegen mi vulnerabilidad. Todo el salvajismo de un varón instintivo se sella contra la pared. Cualquier muro que surja es una ruta aprendida de memoria: escuela, familia, sociedad, amigos. Trazan dibujos, ecuaciones. Demandan entes ilusorios, mentes homogéneas, físicos semejantes y un sexo alejado, a la orilla del desconocimiento. En la persecución de quien SOY realmente ya no habrá paredón de choque ni diques reprimiendo. Tan sólo ríos que me conduzcan a mi destino. Si es que salgo a tiempo, si es que me retiro del espejo de la calle.»
© Karina Isabel Roldán (2014)
Texto inspirado en la obra del bailarín y coreógrafo argentino Ezequiel Sanucci, residente en Holanda: “THE OTHER SIDE”
Imagen gentileza de Ezequiel Sanucci, fotógrafa Gabrielle Staiger
Para la revista digital DanzaNet (Argentina)