ONGAMIRA
Obra coreográfica
Karina Roldán
Esta obra es un tributo al coraje del pueblo originario Comechingón, que no quiso entregarse a los españoles mientras éstos derruían y profanaban las tierras de la provincia de Córdoba. Sus sierras de areniscas rojas talladas por los vientos, tienen la caricia de la luna, el bramido del sol.
Ficha Técnica
C uenta la historia que aquellos pobladores que conformaban el pueblo “comechingon” fueron acosados por la conquista y resistieron la llegada de los españoles en el cerro Colchequín, arrojándose al vacío con tal de no entregarse a manos de la barbarie. Ni sus cuerpos ni sus vidas serían apresados, mucho menos su sabiduría ancestral.
Llegar a Ongamira es sentir la valentía de sus almas flotando en el aire. Una conciencia colectiva que se ha mantenido en el cultivo de las plantas autóctonas y en el suelo. Una conciencia actual que nos permite reflexionar sobre el pasado y al mismo tiempo comulgar en un ámbito, cuya quietud, nos encamina hacia nuestro lugar en el mundo. Ongamira tierra sagrada, tu espíritu late en el cuerpo.
Desde el arte surge el homenaje, intentando cuidar un habitat donde la naturaleza se defiende ante la voracidad del ser humano, capaz de destruir hasta su propia madre tierra»
Karina Isabel Roldán
ONGAMIRA, la obra coreográfica y narrativa del cuerpo que he creado y escrito. Basada en los hechos reales de los Comechingones de la provincia de Córdoba y su despedida de la vida conocida cuando se arrojaron desde el cerro Colechequín, para no entregar su sabiduría (ni mucho menos sus cuerpos) a manos de los españoles. El valle de Ongamira respira sus espíritus. Y mi corazón encontró la libertad gracias a la medicina aborigen, las plantas y los vientos que soplaron certezas en la cima.
En esto que he llamado narrativa del cuerpo, el trabajo artesanal de tallado y pulido en cada uno de los que integran la obra, ha sido minucioso, delicado, individual, colectivo. Desde los gestos hasta los sonidos, desde los gritos hasta los suspiros. Cada detalle pequeño, ínfimo, la colocación de los ojos, el esmero en las miradas, hacia dónde enfocar las retinas, hacia qué punto la imagen está trabajando en los tres niveles visuales donde nos encauzamos, incluso mentalmente. El cuerpo en sus dominios parasitados. El cuerpo minúsculo, retraído, encogido, ensimismado, atrapado, enajenado. Las manos y sus dedos. El tacto fundamento de la piel, del contacto con uno y con el otro. El origen de todo. Las cuatro paredes. El nido. El entorno. Pasado de ancestros, el presente y la muerte siempre delante. Un precipicio donde arrojarse para encontrar la libertad. Libertad de elegir siempre por y para nuestro cuerpo.
Haber podido trabajar junto a ellos y ellas durante un año y medio que llevo de montaje, ha sido y es un estado de aprendizaje constante. Porque detrás existen vidas personales y realidades que van cambiando y la obra se mantiene porque Ongamira posee una fuerza propia. Su energía te atrapa o te suelta. Nadie pasa por la naturaleza de Ongamira de manera indiferente. Sin darnos cuenta esa tierra te muestra si estás preparado o no para afrontar lo que tengas que afrontar. Desde el arte o desde tu estar en la vida. No podría etiquetar a la obra con nombres conocidos tales como «danza teatro» «teatro danza» «danza». Seguramente llegarán las etiquetas porque somos una sociedad que rotula constantemente y necesita justificar y encontrar modos de llamar a las cosas. La intención de mi corazón es una necesidad de aunar historias reales. Exponer, a través del cuerpo y de los movimientos llamados coreografía, lo que ha sucedido con los Comechingones y lo que les sucede a ellos, intérpretes de la obra (Cami, Chayno, More, Sofi, Meli, Agus, Yei Yei). Contar mis sucesos a través de ellos. Vivimos y sufrimos y hacemos carne nuestro andar y nos parecemos. Nuestras vivencias se nos parecen porque están cargadas de las mismas imágenes de un mundo que hemos creado con la conciencia de la destrucción y del nacimiento en las nuevas generaciones. Ongamira no lleva etiquetas. Este trabajo es un homenaje al espíritu humano. El misterio de aquello que no vemos y que los vientos logran hacer tangible en el instante que llegamos a la vida y el llanto se nos hace conocido. Un lugar donde estar. Un lugar donde la Luna será la madre de todos los tiempos.
“Espero que nos acompañen en este viaje y que puedan sentir lo que la transmisión de cada cuerpo estará dejando a cada uno de ustedes. Ongamira es cuerpo. Tierra es cuerpo. Cuerpo en vida y espíritu a través de la muerte.”
Karina Roldán