En la antigua casa, los sonidos del interior se oían atravesando largos pasillos de techos elevados y cielos inalcanzables. El frecuentaba ese barrio un tanto desolado. Le gustaba espiar. Entremezclarse con cierta melancolía de la soledad y caminaba a diario por esa misma cuadra, sólo que nunca antes encontró el reflejo de la mujer asomando por la ventana de la casa.
Una voz susurró en su oído: …»no te busco porque me hace falta algo, te busco porque quiero»…
Era el espíritu de Azul.
© Karina Isabel Roldán